domingo, 26 de julio de 2009

Asfixia

Sin aire en los pulmones buscaba alguien con quien hablar.

No había nadie

y yo me asfixiaba.

De repente escuché el silbido de una brisa imaginaria

y la inhalé sin piedad.

Con oxigeno en la sangre todo sabe mejor.

Pero seguía sin haber nadie

y volví a gritar tan fuerte como la vez anterior,

y de nuevo me quedé sin aire…


Y sin aire volví a gritar

y la misma respuesta hubo:

nadie me escuchó.


Dicen que, a veces, el silencio es la mejor respuesta,

pero yo necesito respirar

y a mi alrededor solo encuentro humo

y bocas vacías

que son chimeneas que contaminan la ciudad…


Entonces un aroma dulce impregnó mis sentidos,

todos mis sentidos.

Incluso ese que llevaba años durmiendo.

Era tan distinto su olor,

que no lo supe clasificar;

tan penetrante,

que aún conservo su mirada en mi retina;

tan suave, tan salvaje, tan puro…


Pero tan rápido como vino se fue

y de nuevo me volvió ese olor a hollín.


Vivo sin saber si aún perdura su aroma,

pero mis sentidos siguen despiertos,

y sin aire en los pulmones lo busco

para volver a respirar de nuevo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Luces artificiales y sombras

Sólo buscaba una luna enterrada en el asfalto, pues ha anochecido y no sé dónde estoy, ni hacia dónde ir. Un mundo lóbrego en el que vive solitario un niño asustado.

Volver a sentir las uñas despegarse de la piel y la sangre caliente y viscosa en mis manos para encontrar una luz.

Ella no guiará mis pasos, ella nunca será mi meta, sólo le pido que ilumine parte del camino que anduve ciego tantas veces, y que me deje ver quién soy y hacia dónde van mis pies.

Nunca quise tomar sólo una senda y caminé en todas las direcciones con los ojos cerrados, mientras una suave brisa me empujaba a avanzar. Ahora son vientos huracanados los que me obligan a correr, a elegir una senda, a terminar mi camino.

Hoy la luna se ha escondido y no sé dónde buscarla, pero cuanto más me acerco a ella, más sombras dejo tras de mí.

domingo, 12 de julio de 2009

Aquel niño enamorado del infinito

Siempre quise ser él, pero ha envejecido y se ha convertido en alguien aterrado por el paso del tiempo.

Un niño que guardaba sus ilusiones en una caja de metal y las escondía como si fueran un tesoro. Sueños rotos que se perdieron y que, aunque de mayor vuelva a encontrar esa caja mágica, seguirán perdidos en el tiempo.

Recuerdos que se acumulan en un desván, como trozos de cristales que se guardan, pero que ya sólo producen heridas al querer acariciarlos.

Porque a veces nos sentimos bien recordando tiempos pasados, tiempos alegres; pero también a veces, al recordar aquellos días, sentimos vértigo al ver lo mucho que todo ha cambiado.

Momentos que producen dolor y nostalgia al mismo tiempo. Heridas que se reabren para volver a sentir que estamos vivos.

Esa ilusión que tenía aquel niño que miraba al infinito.

La sonrisa inocente y la ilusión por todo, hasta que, de repente, se marchita.

¿En qué momento se pierde?¿en qué momento se olvida?

Día a día y todo sigue igual, nada cambia... ¿nada?... ¿qué no cambia?

Siempre quise ser él, y una vez lo conseguí, durante un tiempo, aunque no podría decir cuándo empezó, ni cuando terminó. Porque el tiempo pasa muy sutilmente como un ladrón sigiloso que cuando te quieres dar cuenta te ha robado el alma.

Siempre quise ser él, pero ha envejecido.

Y se ha convertido en mí.