domingo, 9 de agosto de 2009

El reflejo de la luna y la sal en mi piel


Comprendí que cada cual tiene su sitio. Comprendí cuál es mi sitio. Nunca nada es lo que podría haber sido, cuando las olas parecen crisparse en la orilla.

Comprendí que mi lugar estaba encima de un cojín de piedra, duro y frío al principio, que se amolda lentamente a mi figura, mientras la encuentro y la defino. Quizás la luna tema volver a mecer las aguas tranquilas.

Ya no me ciegan los astros, pues no les miro a los ojos. Ahora sólo observo el reflejo de su luz en mi propia retina.

Hay partículas de cielo en mi piel cuando miro a las estrellas.