miércoles, 3 de noviembre de 2010

Fuego camina conmigo

Cuando el fuego te empieza a abrasar, es muy difícil pararlo.

Quema por fuera y por dentro, como si tu cuerpo fuera inflamable.

El calor se hace insoportable, se achicharran tus mejillas, se incineran tus pupilas...

Olvidas el dolor de la llama y te abrazas a ella, quieres más y más, como una droga que se apodera de tu voluntad.

Pero aunque lo quieras coger, se te escapa de entre los dedos. No lo puedes poseer.

¿Es posible detenerlo a tiempo? ¿apagar la llama antes de que te conviertas en su esclavo? ¿antes de que te calcine?

Porque cuando pasa, y vuelve el frío, sólo te quedarán cenizas entre las manos.

Y sólo las cenizas se pueden guardar.

1 comentario:

  1. Mientras quema el fuego se disfruta, las cenizas son restos para recordar un tiempo en que no pensaste y que ahora te da igual.

    Besos, Silderia. Ya tenía ganas de leerte

    ResponderEliminar